martes, 16 de febrero de 2010

capitulo 25



Augusto entra en la habitación que comparte con su esposa. Está muy alterado. Eduardo a su lado trata que se calme.
--¿que es lo que buscas?
Escondidas entre las cosas de su esposa, Augusto encuentra muchas joyas. Paulina entra en la habitación y se sorprende:
--¿qué haces?
Augusto le tira las joyas en la cara.
--¡¡¿están son las joyas que te da por padre por acostarte con él?¡
Paulina se hace la ofendida. Augusto llama a su padre a gritos.
--¿qué es lo que ocurre?
--¡tu hijo se volvió loco¡ --Paulina.
Entonces Augusto pone el video.
--¡es un montaje¡ --Paulina.
--¡no puedes invadir mi intimidad¡ --Augusto padre.
Augusto no quiere alargar el asunto por más tiempo.
--¡se van de mi casa¡
Entonces se echan las culpas mutuamente.
--¡fue ella... se me metió en la cama¡
--¡No, él me acosa¡
Augusto mira a su padre:
--Acostarte con mi mujer es una bajeza pero ¿dándole joyas a cambio?
--¡tú no eres mejor que yo... Paulina te detesta, está contigo porque eres el millonario de la familia¡
De Paulina ya nada le importa, está herido con su padre. Ha vivido con demasiadas mentiras y ahora quiere llevar una vida tranquila.
--¡se largan de mi casa ahora los dos¡
Augusto padre trata que Eduardo se ponga de su lado pero Eduardo lo rechaza. Entonces el hombre ya no dilata más el asunto. Hace su maleta. Paulina no pone las cosas fáciles.
--¡Yo tengo mis derechos... No me puedes echar... y en todo caso me voy con mi hija...¡
La pequeña Gabriela llora y Paulina se finge afligida:
--mi niña llora por tu culpa, porque sabe que le quieres quitar a su mamá¡
Augusto no da crédito al descaro de su esposa. No deja que su esposa se acerque a la pequeña a la que Eduardo se lleva. Paulina va gritando:
-Mi niña... tu mamá te salvará... --dice en plan victima.
-¡ya basta con la farsa... Gabriela no es hija tuya...¡
Paulina en plan victima:
--el daño que me estás haciendo lo vas a pagar... te inventas una cosa así tan fea solo porque te conviene... ¡no me vas a quitar a mi niña adorada¡
Paulina llora y Augusto ya no cree en los engaños de su esposa.
--¡largo¡
Paulina está dispuesta a dar la pelea:
--¡te va a costar demostrar que no es hija mía¡
--¡de acuerdo en un tribunal nos veremos las caras.¡
Se miran desafiantes. Paulina va a la habitación de su madre.
--¡mi madre no se va a quedar en esta casa¡
Carmela no se quiere ir con su malvada hija. Paulina la amenaza:
--¡ya sabes que voy a matar a Gabriela si no haces lo que yo te digo¡
Augusto no se fiaba de Paulina y se había quedado en la puerta escuchando. Ahora ya entiende porque Carmela mintió. Entra en la puerta y se enfrenta a su esposa:
--¡eres un monstruo pero no puedes hacer daño... Gabriela ya no está en esa clínica... no podrás acercarte a ella¡
Paulina se va descargando odio contra todo el mundo, Carmela llora en brazos de Augusto.

Esa misma tarde, Carmela llega al hotel en donde el abogado de Augusto dejó a Gabriela. Carmela le pide perdón a su hija por no contarle que tuvo dos hijas, por abandonar a la pequeña y por mentir:
--Paulina me tenía amenazada yo...
Carmela llora. Le duele que su hija sea tan despiadada:
--es mi culpa...
Gabriela abraza a su madre. Al fin están juntas.
--Augusto ya sabe todo de Paulina... la votó de su casa... él me trajo aquí...
En la puerta está Augusto.
--¿están listas?
Augusto y Gabriela se miran y sienten deseo de besarse, de gritar que se aman pero Augusto se muestra frío y ella no se atreve a decir nada.
--vamos, vamos a casa... vamos con nuestra hija --dice Augusto.
Se miran de reojo y suspiran. Augusto sonríe con disimulo. Augusto es el que maneja. Gabriela detrás con su madre. Madre e hija no dejan de besarse, de hablar, de preguntarse cosas. Augusto mira a su amada por el retrovisor y suspira. Están juntos pero él no cree en el amor de ella y no desea dejarse llegar de nuevo. Gabriela no puede creer cuando de nuevo está en la mansión. Gus y Araceli llegaban de la escuela. Gabriela corre hacia ellos.
--¡mis niños¡
Es un amor sincero. Los niños se sorprenden. No entienden nada pero sienten el amor de la mujer y se tiran en sus brazos.
--¡mamá... volviste¡
Augusto mira emocionado la escena. No duda del amor de esa joven por sus hijos.
--ojalá me quisiera a mí de la misma manera --piensa Augusto con tristeza.
El hombre deja a la joven con sus hijos mayores y baja a buscar a la pequeña a la que pone en brazos de su madre. Gabriela llora, la besa. Mira a Augusto feliz y le susurra un dulce:
--gracias...
Augusto se derrite. Suspira enamorado pero se mantiene frio. Carmela ejerce de abuela y se lleva a Araceli y a Gus a jugar al jardín. Augusto y Gabriela, con la pequeña en brazos, suben al dormitorio. Se estremecen al estar juntos pero ninguno de los dos dice nada. Gabriela deja a la pequeña en la cuna. No puede creer que la pesadilla haya terminado. Están juntos como Gabriela y Augusto. Una pareja que se aman, que tienen una hija en común. Augusto ya sabe que no está ante su esposa pero sí ante la mujer que ama. El uno al lado del otro. Mirando a la bebé. Sus manos agarrada en la cunita, él acerca su mano a la de ella. Se rozan con timidez. Se miran, se hablan con mucho amor.
--porque no confiaste en mi? ¿porqué cuando viste que te amaba, cuando esperábamos a nuestra niña con tanta ilusión no me lo dijiste?
--por tonta... --llora Gabriela.
Augusto le acaricia las lágrimas. Es un reproche pero hecho con mucho amor:
--nos hubiéramos ahorrado mucho sufrimiento...
Se aman y no pueden rechazarse. Hacen el amor. Ella está feliz en sus brazos, apoya su cabeza en el torso de él. Augusto le acaricia los cabellos
--dime una cosa... ¿te gusta acostarme conmigo o lo haces por obligación, por complacerme?
Gabriela mira a Augusto con amor:
--No puedo creer que a estas alturas me preguntes esto... ¿no sientes mi amor?
Augusto se levanta. Se pone el boxers.
--Lo siento. No puedo olvidar que te acostaste conmigo porque Paulina te obligó, que te hubieras acostado igual fuera quien fuera...
--Te amo --llora ella.
él dolor de ella le parte el alma:
--No puedo creerte...
Ella se arrodilla, le jura por su hija que lo ama, que él es todo. Augusto desea creerla pero tiene miedo. Han sido demasiadas mentiras.



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